El siguiente artículo apareció publicado en el Periódico Diagonal nº 97 (Del 19 de marzo al 1 de abril de 2009), en la sección "En el alambre". Se puede leer pinchando aquí y también a continuación:
Trabajadores y deflación
Lluís Rodríguez*
En los últimos meses se ha divulgado desde varios medios de comunicación la posibilidad de entrar en un período de deflación, es decir, de que se den tasas de variación negativas del índice general de precios (IPC). Es importante distinguir deflación de desinflación, puesto que la desinflación significa un crecimiento menor del IPC. Así pues, la deflación es el fenómeno opuesto a la inflación.
Por otra parte también conviene distinguir una caída de los precios asociada a los incrementos de productividad, en un contexto de crecimiento económico (deflación positiva), de una caída de precios en un contexto de crisis económica (deflación negativa). Si nos remitimos a los datos suministrados por los diferentes organismos, vemos que en los últimos meses la mayoría de países ricos y llamados emergentes han registrado caídas en los precios. Las más espectaculares lo han sido en los sectores de la energía, por la caída del precio del petróleo y de la construcción de vivienda, debido al pinchazo de las burbujas inmobiliarias. Ahora bien, no podemos hablar de deflación si no se da el fenómeno de la caída de los precios en el conjunto de la economía, y que ésta se prolongue al menos durante dos trimestres, según el Fondo Monetario Internacional. Si bien las diferentes previsiones de los organismos públicos o privados no prevén que entremos en deflación, sí que apuntan una caída de los precios que puede desembocar en esta situación. Los datos para España, según el Instituto Nacional de Estadística, son de un crecimiento general de los precios del 0,7% en febrero de 2009, un 0’8% en enero y un 2% en diciembre (la variación mensual en enero ha sido del -1,2% respecto a diciembre de 2008).
El fenómeno de la deflación aparece históricamente con la caída de la actividad económica, a menudo asociada con la sobrevaloración y especulación con los activos financieros, pero con un componente fundamental de parón económico-productivo. Los empresarios, que tienen en su mano marcar los precios, tienden a presionarlos al alza para tratar de obtener más beneficios provocando el fenómeno de la inflación. De la misma forma, cuando caen las ventas, bajan los precios, moderando o sacrificando beneficios, para continuar vendiendo sus servicios o colocar los stocks. Históricamente tenemos el ejemplo de una deflación importante en los años posteriores al crack de 1929. Más recientemente ha habido una experiencia similar en Japón durante los ‘90.
En los últimos años la clase trabajadora en España ha visto reducido su poder adquisitivo al ser congelado el salario real mientras los beneficios crecían de forma insultante. Una situación de deflación puede favorecer el recuperar ese poder adquisitivo si se mantienen los salarios y bajan los precios. Este hecho ya está generando tensiones a la hora de negociar los salarios en el marco de los convenios colectivos, pues la patronal no está dispuesta a ceder. Es fundamental ser conscientes de la necesidad de plantar cara y de no retroceder ni un milímetro porque cuando la economía va bien perdemos, y cuando va mal nos toca cargar con el ajuste.
*Lluís Rodríguez, del Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA). http://www.iceautogestion.org.