Por Lucien van der Walt . Lucien Van der Walt es un escritor sudafricano y profesor de sociología comprometido con el movimiento obrero. Enseña e investiga en Rhodes University en Eastern Cape, Sudáfrica.
Traducción de Eduardo Pérez (ICEA), para Economía para Todos.
El Gobierno [de Sudáfrica] ha presentado varias medidas de protección social para aliviar la pobreza. COSATU (Congreso de Sindicatos Sudafricanos, por sus siglas en inglés] ha optado por demandar la introducción de una renta básica. Lucien van der Walt defiende que los sindicatos se han desviado con reivindicaciones tecnocráticas y que la reivindicación de la protección social debería estar conectada a la lucha de la clase trabajadora para reinventar la sociedad.
La política sindical sobre la protección social ha pasado a estar centrada en cuestiones técnicas como financiación, determinación de objetivos y prestación de servicios y se ha alejado de considerar cómo estas cuestiones se relacionan con la estrategia del movimiento obrero. En resumen, la política con minúsculas ha sustituido a la política con mayúsculas, y temas como la protección social se han desvinculado del proyecto de construir el movimiento de la clase trabajadora como una fuerza popular para cambiar la sociedad.
La protección social como síntoma capitalista.
Las cuestiones técnicas deberían ser secundarias respecto a la estrategia. La necesidad de protección social es un síntoma de la sociedad capitalista, basada en la producción para el beneficio, explotación en el trabajo, y distribución a través del sistema de mercado. El Estado y las corporaciones estatales protegen este sistema.
En un sistema como éste no hay conexión entre necesidades e ingreso: los bienes se venden, pero el ingreso monetario no está atado a las necesidades. El neoliberal Ludwig von Mises no encontraba diferencias entre la producción para el beneficio y para las necesidades porque “en el sistema capitalista los beneficios sólo pueden obtenerse si la producción encuentra una demanda relativamente urgente” (1).
Esto es incierto, ya que la inversión se dirige a áreas rentables, y dado que el 10% de la población recibe el 70% del ingreso, la producción para el beneficio inevitablemente discrimina a la clase trabajadora.
Ni la inversión ni el trabajo son democráticos, ya que las decisiones y la propiedad están centralizados en las manos de empleadores privados y funcionarios estatales. El trabajo bajo el capitalismo es autoritario y poco creativo, mientras que un tercio de la población económicamente activa está desempleada. La gente está desempleada porque es clase trabajadora y por lo tanto carece de los recursos para vivir fuera del trabajo asalariado. “Clase”, “poder” y “Estado” son tres términos inseparables, cada uno de los cuales presupone los otros dos, y en palabras de Bakunin se reducen a esto: “la sumisión política y explotación económica de las masas” (2).
Entonces, ¿cómo podemos movernos hacia un mundo “donde los hombres podrán ejercitar sus sueños después de absolverse a sí mismos de su tarea hacia la sociedad” (3)? ¿Y dónde encaja la protección social?
En el sistema capitalista la gente de clase trabajadora necesita tanta protección social como sea posible. Pero esto es sólo un parche. A menos que la producción para el beneficio sea reemplazada por la producción para la necesidad, y el poder centralizado sea reemplazado por la democratización, los problemas continuarán.
Sólo un movimiento de clase trabajadora poderoso y autogestionado puede cambiar la situación, porque sólo la clase trabajadora tiene interés en cambiar la sociedad. Sólo un movimiento así puede sustituir al capitalismo y el Estado por la autogestión en el trabajo y la comunidad y crear un orden comunista libertario o anarquista y una economía planificada democráticamente.
En el corazón de ese movimiento deben estar los sindicatos.
La protección social como táctica
Las luchas por la protección social son por lo tanto sólo tácticas en una estrategia más amplia para cambiar la sociedad, y esa estrategia debería centrarse en construir un movimiento de clase trabajadora capaz de reinventar el mundo.
¿Qué principios formulan esta estrategia? En primer lugar, la protección social no es caridad, sino un derecho, una expresión de la frustración de las necesidades humanas en el capitalismo. La reivindicación de protección social es una acusación a esta sociedad.
En segundo lugar, las luchas por las reformas son la savia de un movimiento popular. Un movimiento que no puede luchar en relación a temas inmediatos, no puede luchar para cambiar la esencia de la sociedad. Además, las luchas inmediatas construyen la confianza, el poder y la organización de la clase trabajadora.
En tercer lugar, la palanca básica para cambiar la sociedad no es la política innovadora, sino el poder movilizado de la clase trabajadora, y más protección social requiere, en consecuencia, más lucha.
En cuarto lugar, la democracia y la autogestión y la educación política son vitales para los trabajadores. Un movimiento basado en la delegación de decisiones en líderes, burócratas, un partido político, o incluso de expertos en política sindical, no puede cambiar la sociedad. Sólo puede cambiar a las élites en el poder. Los métodos autogestionados por sí mismos ponen la base de un futuro democrático.
Finalmente, el internacionalismo es central. La clase trabajadora es multirracial y multinacional, y dividir sus luchas es invitar a la derrota. La clase dominante local está interconectada con clases dominantes de fuera, y nunca ha sido ‘patriótica’ hacia sus ‘propios’ trabajadores. Políticas como “Orgullosamente Sudafricano” paralizan a la clase trabajadora ideológicamente, abriendo las puertas de la xenofobia y de las ideas del “Peligro Amarillo”.
Las luchas por la protección social desde abajo
Todas las tácticas deben estar subordinadas a la meta de construir un movimiento de clase trabajadora poderoso y autogestionado como parte de una estrategia por una sociedad mejor. Esto significa que la lucha por más y mejor protección social trata ante todo de más movilización popular.
El corazón de un movimiento por políticas sociales progresivas es un movimiento popular progresista, no procesos políticos tecnocráticos o grupos de presión parlamentarios. Las reivindicaciones deben ser formuladas desde abajo, en un proceso participativo que desarrolle el poder y la conciencia de la clase trabajadora. Esta estrategia identifica necesidades expresadas desde abajo, y formula reivindicaciones acordes, generando más posiciones efectivas a la vez que se refuerza el movimiento de la clase trabajadora.
El proceso a través del cual las reivindicaciones se formulan es lo más importante; de hecho, más importante que los detalles de las propuestas concretas.
La protección social no debería estar financiada mediante la redistribución dentro de la clase trabajadora. El peso de la financiación debe venir de la clase dominante, porque sólo una redistribución basada en la clase es justa.
Esto no quiere decir que debería haber un sistema de protección social no contributivo. Como una sociedad comunista libertaria operaría según la idea de “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”, la idea de que todo el mundo contribuya es válida. El capitalismo es un sistema sesgado, sin embargo, así que las contribuciones de la clase trabajadora deberían estar en una tasa fija y baja, mientras que la clase dominante debería afrontar cargos punitivos y en aumento.
Uniendo la protección social a los derechos
La estructura de los pagos de protección social da forma a la sociedad. Insistir, por ejemplo, en que las subvenciones de apoyo infantil deben ser asignadas a las mujeres a través de sus maridos refuerza la familia tradicional.
¿Cómo se pueden hacer coherentes las asignaciones de protección social bajo el capitalismo con la creación del comunismo libertario? Nos debemos oponer a la evaluación socioeconómica. Asume que el ingreso desde los salarios es una justa medida de necesidad, ignora el problema con el sistema de salarios, y hace que el dinero sea más importante que los derechos. En su lugar debe promoverse la asignación por necesidad. Por ejemplo, una tasa fija para las pensiones que debería ser calculada según la circunstancia individual.
A menudo se asume que protección social significa subsidios, pero debería haber más énfasis en la provisión comunal como por ejemplo hospitales gratuitos, reembolso de facturas médicas, vivienda gratuita, controles del alquiler y electricidad gratuita. Esto proporciona espacio para el fomento de la autogestión y la solidaridad.
La intención es desvincular la satisfacción de las necesidades de la capacidad de pago y el sistema de salarios, y para situar a los derechos en el centro del escenario, uniendo esto a la lucha de clases y la redistribución.
La protección social impuesta al Estado
Los argumentos neoliberales tienen resonancia en gente normal que sufre las colas y funcionarios malhumorados. Se puede lidiar con esto rechazando la elección vacía entre el mercado y el estado a favor de una sociedad que armonice la libertad y la igualdad.
Construir un movimiento de clase trabajadora poderoso requiere construir fuera y contra el Estado para sustituirlo con la autogestión. En relación con la protección social, esto significa imponérsela al Estado, y la supervisión independiente por estructuras de la clase trabajadora, con puestos con mandatos y no remunerados.
La justificación básica para la protección social esbozada aquí está en el lenguaje de los derechos y los derechos no pueden ser evaluados con criterios fiscales. Puede ser perfectamente que la expansión de las reivindicaciones desde abajo rompa rápidamente con los límites del actual ‘realismo’ fiscal. Si, sin embargo, el sistema existente encuentra ‘poco realista’ satisfacer las necesidades de la gente de una vida significativa libre de pobreza, ¿son los derechos o el sistema el que debe ceder?
(1) Luwig von Mises “The organisation of production under socialism”. Socialism Indianapolis, Liberty Classics, p. 124.
(2) Bakunin, [1872], 1971, “Letter to La Liberté”, en Sam Dolgoff, editor, 1971, Bakunin on Anarchy, George Allen and Unwin, Londres, p. 280.
(3) Piotr Kropotkin, [1892] 1990, The Conquest of Bread, Elephant Editions, London, p. 101.