La recomposición de la clase, es el talón de aquiles dentro del programa anarquista.
En este artículo que os presentamos a continuación se esboza un recorrido sobre el concepto, analizando su descomposición actual, pasado por el rasero de diferentes teorizaciones que implican la necesaria recomposición de ésta.
Cierto es que la clase obrera no puede ser englobada en un todo homogéneo, es más, los cambios en la organización del trabano capitalista y que modifican al mismo tiempo su composición técnica tocan de lleno a su composición política, tal y como postularon los operaisti italianos.
Por lo tanto y aproximándose más simplificadamente al concepto de clase, (huyendo de la perpectiva pasiva de la clase obrera afirmada por los teóricos de la 2ª Internacional Socialdemócrata), se afirma que la clase no existe, la clase sucede.
Completando esta afirmación, y situándose en la esfera material de la clase (cosa), Errico Malatesta en la Conferencia Anarquista de Amsterdam, ya postulaba, que “no hay clases en el propio sentido del término, ya que no hay intereses de clase”.
Por otro lado la construcción social de la alteridad (donde el concepto clase obrera no representa un rol socialmente constituído dentro de la contraposición de identidades), yerra al reducir exclusivamente la opresión económica (pobreza), con mayores cotas de acceso al consumo, lo cual se constituye en la utopia del Universalismo del Capital.
Ese Universalismo del capital no admite al otro, y se constituye como el plano social donde los particulares se inscriben.
Siguiendo con la idea y desarrollando el concepto de clase, como la clase universal, no ubicada en ninguna relación de lucha, configurada como clase segura “oficial”, aparece la llamada clase media. Concepto utilizado como arma ideológica del capital, pero que al mismo tiempo se percibe como un producto subyacente del proletariado, estratificado de forma jerárquica, atendiendo al poder económico y social que representa a pesar de la falta de un rol historicamente independiente,y de una definición clara, en cuanto a apropiación del valor.
Frente a la pregunta de si la clase es todavía una herramiento de lucha, el autor sostiene un sí claro, ello implica la necesidad no obstante de atravesar fronteras identitarias (feminismo, ecologismo, luchas vecinales etc) propias de los particularismos de la clase y practicar una auténtica Solidaridad de clase, que huya del espíritu de clan o tribalismo, entendiendo que la clase no puede ni es capaz de encapsularse en la totalidad de su ser subjetivo, avanzando la necesidad de trazar una inteseccionalidad (que rompa en cierta forma con la concepción de clase obrera, situándola como una parte más, desde una perspectiva no unidimensional ni totalizante), que atraviese las diferentes identidades fundiéndolas en el plano real antagónico a la dominación y la explotación del sistema económica actual.
Citando al propio autor “porque la clase existe realmente , hay que reinventarla contínuamente”.
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