Nubes negras

 

 

 

El escoramiento hacia la ultraderecha que el gobierno del PP está realizando a través de las últimas reformas legislativas, como la ley del aborto, la ley de seguridad ciudadana, y la ley de educación, han logrado si más no mantenerles en el poder con una bajada porcentual en intención de voto, bastante moderada, según las últimas estadisticas.


Sonaría más estridente si todas esas reformas se realizaran en un contexto europeo diferente, pero la realidad manda. En el el septimo año de la crisis ha quedado sobradamente demostrado. La debacle de un movimiento obrero que ya no existe, y la pérdida por parte de los trabajadores de un discurso propio de clase, ha dado paso a un discurso hegemónico que ha modelado una subjetividad adaptada a un supuesto nuevo espíritu del capitalismo.


Esa ausencia de discurso y de confrontación dialectica anticapitalista, está abriendo el paso a ideologías totalitarias e insolidarias con las personas, que renacen con fuerza. Si bien es cierto que historicamente en tiempos de crisis se produce un caldo de cultivo óptimo para la emergencia de partidos neofascistas, y aunque pudieramos justificarnos con la idea de que esta crisis se ha cebado en aquellos paises de la periferia europea donde han emergido estos fenomenos (caso de Grecia, Hungria, Eslovaquia), sorprende muchísimo más cuando observamos la deriva fascista que esta tomando Francia, nuestro pais vecino (actual ganador de las elecciones europeas que se realizarán en mayo según sondeos ) justo en el corazón del viejo continente.

 

Es el momento de prepararse.

 

 


La presión de la Francia más reaccionaria y ultra —que en las últimas tres semanas ha tomado repetidamente las calles para manifestar su rabia y su odio al Gobierno, al presidente, François Hollande, y al mundo en general— cosechó ayer una significativa victoria. El Ejecutivo francés anunció este lunes su decisión de retrasar la promulgación de la Ley de la Familia, anunciada para este año, hasta el siguiente ejercicio, en un intento de frenar las protestas católicas.

 

Tras la Marcha Pro-Vida del 19 de enero, y la llamada Jornada de la Ira, que reunió el 26 de enero en París a 17.000 personas para protestar por la presión fiscal —la marcha degeneró en consignas antisemitas, racistas y homófobas, y hubo disturbios y 250 detenciones—, este domingo fue el turno de más de 100.000 ciudadanos pacíficos, muchos de ellos niños, jóvenes y abuelos.

 

Ataviadas con los colores pastel de la Manif pour Tous, el movimiento tradicionalista que lideró la masiva oposición a la ya aprobada ley de matrimonio homosexual, las familias protestaron en París y Lyon contra la supuesta familifobia del Ejecutivo socialista. El queroseno de la protesta eran dos rumores, o más bien dos patrañas: la introducción de la teoría de género en la escuela para promover la homosexualidad de los alumnos, y los planes del Gobierno para legalizar los vientres de alquiler.

 

Lejos de calmarse, el delirio de una parte históricamente silenciosa de la sociedad francesa parece ir a peor. Estos indignados, herederos de la derecha antisemita y pétainista, autodenominados como "identitarios", han tomado el relevo de la dividida y desaparecida izquierda radical; y su creciente presencia en los medios y en las calles ha generado un ambiente en la quinta potencia económica mundial que cada vez recuerda más a los años treinta.

 

Bajo la mirada, a medias complaciente y a medias asustada de sus partidos de referencia, el exgaullista y hoy populista Unión por un Movimiento Popular (UMP) y el extremista y antisistema Frente Nacional (FN), esta heterogénea galaxia reaccionaria, formada por católicos más o menos fundamentalistas, cargos electos de ideología retrógrada, grupúsculos violentos, asociaciones de estudiantes racistas, seguidores del cómico Dieudonné —al que ayer Reino Unido prohibió la entrada en el país— e intelectuales negacionistas como Alain Soral, expresa sin filtros ni tabúes su anhelo de insurrección.

 

Se autodenominan “revolucionarios” y no dejan títere con cabeza. Un día exigen para Francia una ley del aborto como la que prepara el Gobierno español; otro día insultan al presidente Hollande y exigen su dimisión –el domingo le cantaban: “¿acaso, François, tu madre se llama Robert?”- otros intimidan a los homosexuales y a los inmigrantes.

 

 El intelectual y senador Robert Badintera ha  subrayado este domingo en Le Parisien que es “la primera vez desde el final de la ocupación que se oye gritar ‘fuera los judíos’ en las calles de París”, y ha lamentado la “débil reacción de los partidos republicanos” y la “degeneración del debate político”. El viernes, Hollande había alertado desde Oxford contra “los movimientos extremistas que no tienen fronteras e intentan crear un clima de odio”, y el ministro del Interior, Manuel Valls, redobló el domingo ese mensaje afirmando que está naciendo un “Tea Party a la francesa” que solo puede ser combatido desde la izquierda.

 

A medida que se acercan las municipales de marzo y las europeas de mayo, y en vista de que los sondeos no mejoran, Valls ha cambiado su discurso. Primero ha dejado atrás sus diatribas contra la comunidad gitana y la libre circulación de personas, esencia del proyecto europeo. Y ayer decidió retrasar la promulgación de la Ley de la Familia.

 

En paralelo, se van conociendo cada vez más detalles sobre el entramado económico e ideológico del Frente Nacional de Marine Le Pen, y ambos parecen bastante menos inocentes de lo que asegura su líder. Según el libro del periodista Frédéric Haziza Vol au-dessus d’un nid de fachos, Frédéric Chatillon, uno de los asesores favoritos de Le Pen, ex líder del grupo neonazi GUD y prestamista del FN, tiene lazos con el historiador negacionista Robert Faurisson y participa en cenas de homenaje a Hitler. Chatillon ha replicado pidiendo a la justicia que censure algunos pasajes del libro.


Publicado por el País 3 de febrero del 2014