Los peligros de la institucionalizacion de las luchas sociales ante el año electoral

 

Por Mike Gomez

 

En este período histórico que estamos viviendo los territorios del sur de Europa nos encontramos con una situación de crisis que creo que por desgracia permanecerá por décadas, configurando un futuro muy diferente en la actualidad. Además tiene muchas probabilidades de agravarse debido a futuras crisis ecológicas, económicas y energéticas concatenadas - no tengo muchas esperanzas en el futuro donde nos lleva el capitalismo.

 

 

Dentro de esta situación veo que dependiendo de los ritmos generales, los movimientos sociales apuestan, de vez en cuando, por el electoralismo. Vivimos un ciclo de reflujo del impulso del 15M. Hace unos años, en 2011, vivimos, al contrario, un auge de las luchas sociales y populares. Las huelgas generales se retroalimentaban con la protesta cotidiana y esta con la "política de las plazas" surgida el 15M. El "Nadie nos representa", similar al "que se vayan todos" del argentinazo, se sentía por todas partes.

Pero este ciclo comenzó a estancarse y no logró articularse políticamente. Se perdió una oportunidad de oro en aquellos años de crear un movimiento popular transformador de verdad y con un programa propio de carácter constituyente. Sin embargo, el ciclo de luchas sociales despertó al activismo a miles de nuevas militantes, que aún se encuentran cerca de nosotros.

 

En Cataluña, el Proceso Sobiranista ha coincidido en el tiempo con la ola de protestas post-15M. Ha tenido una hoja de ruta diferente pero también ha sido de carácter masivo. Esta vez el movimiento por el "derecho a decidir" se constituyó en un nuevo movimiento popular. Desgraciadamente quedó rápidamente bajo el control y la influencia de sectores no muy ambiciosos en el terreno social, por decirlo suave. Finalmente, durante el último año Mas ha conseguido paralizar el Proceso y canalizar la movilización ciudadana. Un movimiento popular, per se, no quiere decir que tenga que ser un movimiento revolucionario, pero al menos ayuda a romper con la pasividad, el individualismo, la atomización y la despolitización de la sociedad bajo el neoliberalismo.

 

El control de los medios de comunicación por parte de las élites neoliberales del catalanismo ha resultado clave para minar el Proceso. Igualmente los medios han resultado importantísimos para reforzar el ascenso de los partidos de nuevo tipo como Podemos o Ganemos. De alguna manera se les daba un espacio publicitario que ha resultado vital para su desarrollo y para crear una imagen de cambio inminente en el panorama político a todos los niveles. Se creaba una expectativa de cambio o recambio de los partidos del poder.

 

Es por eso que mucha gente que había empezado a moverse durante el 15M y el período de protestas iniciado entonces ha podido ver en estas formaciones la solución que no ha encontrado en unos movimientos sociales que no se han convertido en actores políticos.

 

Referentes

 

Durante el tardofranquismo, los últimos años de la dictadura de Franco, el Partido Comunista había sido el principal partido de la oposición. Habían conseguido la hegemonía de la izquierda a base de tener cuadros en las universidades, en los barrios, en las empresas, los sindicatos, las asociaciones de mujeres ... en todas partes. Pero durante la llamada Transición ocurrió una fuga de militantes hacia el Partido Socialista. Fueron miles de cuadros militantes, formados en el marxismo y en la idea de una revolución socialista, que fueron a engrosar las filas socialistas, que durante 1975-77 eran mucho más pequeñas que las comunistas.

 

El papel del PSOE resultó devastador para los movimientos sociales, que tuvieron que refundarse en los años 80 bajo otros parámetros distintos de los de la Transición. La izquierda quedó destrozada, y gran parte de la culpa la tuvo el hecho de que el Partido Comunista se convirtiera en el principal valedor de la nueva democracia liberal, renunciando a su intención de una sociedad más igualitaria y más libre. Como vemos la dirección comunista puso el peso a la lucha institucional, el reparto de cuotas de poder y la redacción de nuevas leyes y no la lucha en la calle, las huelgas generales o el establecimiento de nuevos contrapoderes ciudadanos o populares.

 

En Alemania hubo un movimiento social que destacó por encima del resto de movimientos europeos. Recogieron gran parte de la fuerza de los movimientos revolucionarios de los años 70. Se trataba de los Verdes. En dos décadas pasaron de un discurso antisistema a ser una fuerza del sistema, de un antimilitarismo y un pacifismo militantes a defender los bombardeos de Kosovo en 1999.

 

El gran problema de los Verdes es que se quedaron sin un movimiento social en la calle a mediados de los años 90. Por lo tanto los cargos electos no tenían que pasar cuentas a nadie y poco a poco acabaron pensando como sus compañeros de Parlamento. Al fin y al cabo eran sus compañeros de trabajo con quienes pasaban muchas horas a la semana. Aquí vemos de nuevo el peligro de perder la calle.

 

Pero es que renovar los cargos tampoco es una tarea fácil. Como quedaría si, por ejemplo, en caso de que Ada Colau fuera la alcaldesa de Barcelona, ​​la base de su partido la hiciera dimitir por haber incumplido el programa? Este partido no volvería a ganar las elecciones nunca más, porque aparecería como un grupo de "hippies que juegan a la política" ante la opinión pública; la oposición y los medios de comunicación el destrozarían políticamente. Es decir, este partido está condenado a incumplir su programa político. La única manera de cumplirlo sería a través de una movilización masiva y permanente. Y por eso no es necesario tener la alcaldía. También se puede hacer desde fuera de las instituciones.

 

Por último quisiera comentar el caso del País Vasco. En los años 70 a Euskalherriak se vivía una situación de lucha más profunda que en el resto del Estado (excepto Barcelona y quizás Asturias). Esta lucha fue capitalizada en los 80 por Herri Batasuna y el movimiento abertzale de liberación nacional. Pero este movimiento en vez de anquilosarse y perder su identidad se mantuvo extremadamente politizado prácticamente hasta ahora.

El factor que provocó esto no fueron precisamente las sesiones de formación política, o su fortísima implantación en el movimiento juvenil vasco, sino la presencia de ETA (m). Se trataba de una organización de lucha armada que por su propia existencia no permitía que el peso del movimiento abertzale quedara supeditado a la política parlamentaria. Ni siquiera tenían que hacer nada para ejercer una legitimidad por encima de los políticos. Existían y influían. Servían para reforzar un imaginario de lucha popular y de sociedad alternativa. ¿Por qué ahora hay una mala sensación en Euskalherriak, precisamente cuando EH-Bildu tiene posibilidades de ganar las elecciones? Pues, ¿por qué se está perdiendo la esencia, se suaviza el discurso, adoptan políticas socialdemócratas o incluso socio-liberales ... y en definitiva, se está produciendo una desorientación del movimiento popular edificado en las décadas anteriores.

 

Los porqués

 

Según los ejemplos mencionados creo que cuando tu movimiento ha enviado gente a las instituciones, se produce de forma lógica, una relajación de la actividad en la calle. De alguna manera tendemos a pensar que, ya que estamos dentro podemos entrar en el juego parlamentario y tener posibilidades de influir en alguna nueva ley. Aquí ni siquiera entra en consideración el sabotaje que "el estado profundo" (y bien facha) respecto a cualquier medida progresista desde el funcionariado, la policía, el sistema judicial, el cuerpo diplomático o, en algún caso, el ejército.

 

El caso es que las instituciones consumen mucho tiempo. Tienen un ritmo propio. Lógicamente es un trabajo más, es decir, que se hace política durante toda una jornada de trabajo y además te pagan por ello. El ritmo de la nueva vida política transforma poco a poco a las activistas en funcionarias. Además el movimiento comienza a tener los debates al ritmo que marca la agenda de la institución, lo que puede provocar posibles divisiones y nuevos problemas internos.

 

Como es lógico los movimientos con gente dentro de las instituciones quieren que sus propuestas salgan adelante. De esta manera indirectamente las instituciones intentan captar los mejores cerebros de los movimientos a cambio de recursos, subvenciones, prestigio o, simplemente, de un sueldo. Es la izquierda transformadora que más hace para canalizar el capital intelectual (o de capacidad de trabajo) de los movimientos hacia una tarea institucional.

 

Todos estos factores van en la misma dirección: las instituciones sacan gente a los movimientos sociales. Puede ser poca o mucha, depende de cada caso. Pero lo que está claro es que si en una ciudad hay 100 activistas, impulsan una candidatura y entran a la institución 2, con otros 4 de apoyo, se ha podido ganar influencia política, pero se han perdido 6 activistas de primera línea. Por eso es tan necesario el relevo una vez se entra en estos ámbitos. Y no siempre se consigue.

 

Por eso los movimientos quedan en riesgo de una supeditación a su rama política. Sus compañeras dentro de las instituciones tienen recursos, tiempo, capacidad intelectual, contactos, carisma (son conocidas por la población) e información para liderar todo su movimiento. Por ello se produce un efecto de delegacionismo, de "allá ellos aquellos" mientras la militancia de calle se dedica a cosas más del día a día como gestionar centros sociales o militar en movimientos sociales que no tienen aspiraciones políticas. La sensación de haber perdido el control de lo que hace un compañero tuyo en una institución es otra causa de decepción de la militancia y de eventuales abandonos.

 

Por último, veo un riesgo de anquilosamiento si no se produce el relevo. Como los Verdes alemanes, el contacto diario con otros políticos les hizo que terminaran pensando de la misma manera que el resto. No pocas candidaturas ciudadanas han entrado en un Ayuntamiento gracias a una asamblea popular fuerte, que después de dos o tres años se deshace, quedando una concejalía aislada, sin base social.

 

Consecuencias

 

De tal modo se deduce que la institucionalización de las luchas sociales pueden producir un desánimo de la población que se ha movilizado o que lo ha apoyado. No es al 100%, obviamente. Siempre hay casos de apoyo popular mantenido en el tiempo. Evidentemente no hablo de los gobiernos latinoamericanos de izquierda revolucionaria que fomentan la movilización permanente y que gracias a ello disfrutan de unos índices de apoyo altísimos. Han aprendido que la población necesita canales de autoorganización y de autogestión fuera de las instituciones. Pero no es una táctica muy seguida dentro de la izquierda internacional. Al contrario, es normal que a medida que se consigue una cuota de representatividad se pierda la calle.

 

También habría que hablar del efecto divisionista en los movimientos sociales que también se puede observar. Se divide el movimiento en "buenos", responsable, que tiene gente que participa de las instituciones, y "malos", insumiso, que se niega a participar. El movimiento malo es criminalitzable, reprimible. El movimiento bueno intenta recuperar y canalizar para poder ser aceptado. Esta estrategia de promover mediáticamente ciertos partidos políticos, mientras se reprime duramente a quien no quiere integrarse dentro de las estructuras del sistema lo estamos viviendo ahora mismo. El palo y la zanahoria. Y sin entrar en el tema de la represión, también hay un sector del movimiento social que no querrá entrar nunca en campañas electorales ni en las instituciones del estado. Esta división puede resultar fatal para todo el movimiento social.

 

Articulo publicado en apunt.info