Hablamos sobre las pensiones y la crisis con Miren Etxezarreta, catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona y coautora de Qué pensiones, qué futuro.
DIAGONAL: ¿Crees que la propuesta del ministro de Trabajo se ha quedado aparcada definitivamente?
MIREN ETXEZARRETA: No sé qué pasará con la edad de jubilación, ni si se ha aparcado este aspecto temporalmente debido a la reacción de la opinión pública. Pero me parece que antes o después, disimulado de una u otra forma, el proyecto es el de aumentar la edad de jubilación; por las orientaciones de las instituciones internacionales y bastantes países de la UE que han aumentado también la edad de jubilación. Sólo posiciones contrarias muy decididas de la opinión pública lo evitarían, y vista la muy moderada reacción de los sindicatos y de la opinión pública, es posible que esto no suceda.
D.: ¿Por qué ha quedado en segundo plano la propuesta de aumento del período de cotización?
M.E.: Ha suscitado menos controversias porque es algo un poco más difícil de entender y el tema del cambio en la edad ha tomado el lugar central en los medios. Está sirviendo de cortina de humo para todo el resto. Creo que es más grave el aumento de años para el cómputo que el aumento de la edad de jubilación, pues el aumento de años de cómputo rebaja inmediatamente las pensiones. Además, ahora se ha planteado pasar de 15 a 25 años de cómputo, pero algunos recordarán que hace poco tiempo se habló de utilizar como cómputo para el cálculo toda la vida laboral, lo que todavía disminuirá más las pensiones. Es curioso que en todo este debate no he oído mencionar el bienestar de los pensionistas ni una sola vez. Aparentemente no importa, parece que todos los pensionistas viven muy bien con sus pensiones actuales cuando la media es de 750 euros al mes y el 25% de los jubilados está por debajo de la pobreza severa.
D.: ¿Podrías darnos alguna idea que consideres fundamental para entender la crisis global y la incidencia que está teniendo en España?
M.E.: Básicamente la crisis tiene una faceta financiera y una faceta en el mundo de lo real. Se habla mucho menos de esta segunda porque se basa principalmente en la caída de los salarios desde la crisis de los años ‘70 hasta ahora. Todos los salarios en los países ricos han disminuido y esto supone una incapacidad de la economía para absorber los bienes que se están produciendo. Es decir, una crisis de sobreproducción importante. Mientras ha habido crédito, el crédito ha estado cubriendo ese hueco, pero en el momento en que se ha parado ese crédito se observa claramente la incapacidad del consumo para absorber los bienes producidos.
D.: ¿Cómo consideras que está afectando a las clases trabajadoras?
M.E.: Está clarísimo que con cuatro millones y medio de parados, no cabe la menor duda de que las incidencias son fortísimas. A eso hay que añadir la congelación de salarios, incluso la disminución real de salarios que está teniendo lugar y además el aumento de la precariedad laboral. También me parece muy grave el tema de los desahucios. Parece que nos olvidamos de la gente que está siendo desahuciada, cuando perder el sitio donde vives es uno de los dramas mayores que puede suceder.
D.: ¿Cuáles pueden ser los frentes de lucha desde una visión alternativa?
M.E.: La verdad es que uno de los problemas que se observa en esta crisis es que las clases populares no hemos reaccionado. Estamos tremendamente debilitados y nos están dando todas las tortas que quieren darnos. Así que hablar de qué se puede hacer cuando estamos indicando que no tenemos voluntad o fuerza para hacer nada es bastante quimérico. No creemos que con la composición de fuerzas actual tengamos energía para exigir vías reales para salir de la crisis.
D.: Qué soluciones proponéis desde el seminario Taifa?
M.E.: Hemos dado algunas recomendaciones para avanzar hacia esta salida de la crisis. Principalmente en tres ejes de actuación: un subsidio de paro indefinido y de una cantidad suficiente para sobrevivir; frenar los desahucios, demorándolos hasta que se pase la crisis, ya que los bancos tienen beneficios como para poder asumirlo; y que el agua, la luz, el gas e incluso el transporte público y una parte de la alimentación sean gratuitos para una familia de parados.
El segundo eje es otro modelo de sostenimiento del mercado financiero. Hay que sostener algún tipo de sistema financiero porque el capitalismo necesita de uno. Para sostener el sistema financiero, creemos que hay que volver a la banca pública, basándose en un sistema a partir del modelo de las cajas de ahorros y de la nacionalización de los bancos. Sostener y crear una banca buena, pública, y dejar caer los bancos que van mal, salvando los depósitos hasta un nivel relativamente reducido.
El tercer punto es que haya muchos elementos de actuación directos del Estado. Por ejemplo, que sea el Estado el que cree empleo directamente en lugar de hacerlo vía bancos que dan el crédito a las empresas. Nosotros creemos que hay muchas necesidades que puede cubrir el Estado con actuaciones públicas importantes, fundamentalmente creando empleo e invirtiendo en las empresas pequeñas y medianas y, por qué no en algunos casos, volver a las empresas públicas. Pero todo eso supone un planteamiento del Estado muy diferente del que realmente existe. Nos parece que hay que luchar por un Estado mucho más democrático y mucho más participativo que, gradualmente vaya potenciando una transformación del sistema, porque estamos convencidos de que dentro del sistema capitalista no hay solución.
D.: ¿Qué potencialidades ves en la economía alternativa y las iniciativas productivas basadas en criterios ecológicos y sociales?
M.E.: No quiero entrar en este último ámbito, lo conozco poco y no quiero hacer un juicio precipitado. Sí que estoy convencida de que si los movimientos sociales tuviéramos una posibilidad de trabajar juntos, manteniendo cada uno su identidad, pero trabajando en las líneas de lo que acabo de señalar, sería extremadamente valioso.