David M. Kotz es un economista adscrito a lo que aquí llamaríamos la Economía Política Radical (en realidad Radical Political Economics), y que utiliza un análisis de la economía mundial parecido al de los regulacionistas franceses (R. Boyer, M. Aglietta, etc.). Dado que el otro día yo hablaba del “supuesto fin del neoliberalismo“, aprovecho para recuperar algunas reflexiones que hizo Kotz en un paper de 2008 en el que analizaba la actual crisis.
Para Kotz la crisis es sistémica y revela que las posibilidades del neoliberalismo para mantenerse más tiempo son muy escasas. En su opinión esto sólo podría suceder si otra nueva burbuja especulativa, aún más grande que las que ha vivido continuamente la economía mundial desde los años setenta, es capaz de posibilitar un nuevo período de expansión que, por otra parte, más temprano que tarde finalizaría abruptadamente con otra crisis de aún mayor envergadura.
La historia habría demostrado, un poco en la línea de “doble movimiento” de K. Polanyi, que los períodos de libre-mercado suceden a los de regulación, y viceversa. Por lo tanto, para los próximos años es de esperar un refortalecimiento de la regulación estatal, aunque sin que esté claro de antemano ante qué tipo de regulación nos encontraríamos. El sentido de esa regulación sólo lo puede determinar la relación de fuerzas entre los diferentes grupos y clases que componen la economía. Así las cosas, para Kotz hay tres escenarios post-crisis posibles.
El primero es una forma de capitalismo corporativista. Debido a la debilidad de los movimientos populares, tras treinta años de neoliberalismo, serían las grandes empresas las que regularían la economía a través del Estado. Esta forma de regulación tendría tres características fundamentales. La primera, una regulación del sector financiero que permitiese reiniciar el período de acumulación en el sector productivo y que asegurara su propia estabilidad. La segunda, un mantenimiento de la relación neoliberal de capital-trabajo, es decir, el mantenimiento del dominio del capital y la debilidad de los salarios. La tercera, necesaria para que la anterior característica no condujera a un problema de insuficiencia de demanda, sería un programa de inversiones estatales de larga duración (vinculado a infraestructuras, desarrollo tecnológico y comunicación en su versión más “progresista” y vinculado al gasto militar y de seguridad nacional en le caso de su versión más reaccionaria).
El segundo escenario es un nuevo compromiso sociodemocrático entre capital y trabajo. Esto requeriría redefinir la relación capital-trabajo hacia un mayor equilibro, lo que significaría un incremento de los salarios que siguiera al ritmo de la productividad. Además, tendría que estar acompañado de un refortalecimiento de los sindicatos, la complacencia de las grandes empresas para permitir este ascenso del poder de los trabajadores y una reducción en la intensidad de la competencia nacional e internacional que redujera la presión a la baja sobre los salarios. Complementariamente, el sector financiero tendría que ser igualmente regulado.
El tercer escenario es el del reemplazo del capitalismo por el socialismo. La incapacidad del capitalismo para satisfacer las necesidades de la gente al respecto de una vida decente (acceso a bienes y servicios, trabajo digno, seguridad económica y una economía sostenible medioambientalmente), y la lucha que mantendrían las personas por luchar contra la amenaza de perder sus casas, la desaparición de sus niveles de vida previos y la amenaza medioambiental podría llevar a un renacimiento del movimiento socialista en los próximos años. Se abriría la posibilidad de finalizar la era capitalista.
Cabe destacar finalmente que para Kotz, la fuerza de los movimientos radicales populares es crucial para determinar el destino de la sociedad. Como venimos diciendo también en este blog, esa fuerza se traduce en una mayor presión sobre las grandes empresas para ceder a un compromiso social de naturaleza más progresista. Para Kotz, esa ha sido la clave que explica la “era progresista” estadounidense de 1900-1916 y el período del “New Deal” en los años treinta. En su opinión se está a tiempo de conseguir una respuesta en este sentido precisamente porque la reestructuración de la economía tarda varios años y aunque la iniciativa la tome el capital hay tiempo suficiente para revertir esa tendencia.