Artículo publicado originalmente el 10 de julio de 2024 en Argia, por Endika Alabort Amundarain.
En el capitalismo el trabajo es una mercancía, por tanto, siguiendo la mentalidad de los economistas convencionales, el equilibrio entre la oferta y la demanda debería regular tanto el precio como la cantidad. Evidentemente, esto no se cumple en la realidad. Si se diera, haría estallar las relaciones laborales. Por eso, los economistas convencionales han puesto mucho énfasis en explicar las peculiaridades del mercado laboral. A esta interpretación hay que añadir que excluyen de la ecuación la lucha de clases.
Hasta finales del siglo XIX la prohibición de los sindicatos era algo generalizado. Detrás había una lógica liberal que negaba la existencia misma de asociaciones oberas y sindicatos, al romper estos la libertad de mercado. Ejemplo de ello fue la ley Le Chapelier de 1791, vigente en Francia hasta 1864; algo parecido ocurrió en el Reino de España, hasta que un Real Decreto de 1868 reconoció el derecho de asociación. Posteriormente, se fue desarrollando el Derecho Laboral para hacer más gestionables los conflictos entre trabajadores y empresarios y restar fuerza a las instituciones socialistas, entre otros. Este Derecho planteó el principio in dubio pro operario de que, en caso de duda, se favorecería al trabajador. Se reconocían las diferencias económicas entre trabajadores y empresarios y la dependencia de los y las trabajadoras. En teoría, abandonaba la idea liberal estricta de las relaciones laborales.
Conociendo esto, es evidente cómo los poderosos quieren volver al marco liberal de relaciones laborales. Tanto a través de nuevas culturas empresariales, con una mayor individualización de las relaciones laborales, como mediante el vaciamiento de las funciones de los sindicatos, limitando sus objetivos a cuestiones económicas, dentro de un marco de negociación muy restrictivo. Así lo expresó Confebask en 2018 en relación al proyecto de Real Decreto sobre conservación de estatutos de organizaciones sindicales y empresariales. En los últimos años esta tendencia patronal se ha ido reforzando con la ayuda de los habituales: el poder ejecutivo y el judicial.
Conociendo esto, es evidente cómo los poderosos quieren volver al marco liberal de relaciones laborales. Tanto a través de nuevas culturas empresariales, con una mayor individualización de las relaciones laborales, como mediante el vaciamiento de las funciones de los sindicatos, limitando sus objetivos a cuestiones económicas, dentro de un marco de negociación muy restrictivo. Así lo expresó Confebask en 2018 en relación al proyecto de Real Decreto sobre conservación de estatutos de organizaciones sindicales y empresariales. En los últimos años esta tendencia patronal se ha ido reforzando con la ayuda de los habituales: el poder ejecutivo y el judicial.
Hay que subrayar el peso de esta tendencia represiva por parte de la patronal y cómplices, que se está extendiendo por en el País Vasco peninsular. En 2021, en Bilbao, por defender a un trabajador migrado en un conflicto laboral, se le pidieron diecinueve años de prisión e indemnización. Si ponemos el foco en el territorio peninsular, el Tribunal Supremo ha publicado recientemente una sentencia en el caso de la pastelería La Suiza de Gijón, que ha condenado a prisión a sindicalistas y les ha impuesto, de nuevo, una indemnización de cientos de miles de euros. En este último caso, las herramientas básicas que se utilizan en cualquier conflicto laboral, realizar una concentración y comunicar la situación a la gente que pasa, se han puesto en el punto de mira. Es un ataque gravísimo a la libertad sindical, que se ha hecho contra un sindicato pequeño, pero que nos va a afectar a todos.
En la raíz de esos ataques está la lucha de clases. Al fin y al cabo, entre los que están en la trinchera de las patronales, el objetivo utópico es el funcionamiento liberal del mercado laboral al que se refería al principio. Los que han perdido la vergüenza, los ultraliberales, tienen claro que eso hay que aplicarlo. Están cogiendo fuerza.
En la raíz de esos ataques está la lucha de clases. Al fin y al cabo, entre los que están en la trinchera de las patronales, el objetivo utópico es el funcionamiento liberal del mercado laboral al que se refería al principio. Los que han perdido la vergüenza, los ultraliberales, tienen claro que eso hay que aplicarlo. Están cogiendo fuerza.
Esa hoja de ruta, en cambio, no nos llevará a un buen sitio. Como mencionaba Karl Polanyi, la clase capitalista utilizará cualquier herramienta para seguir manteniendo el poder económico, aunque anule el orden liberal. Desearían un mercado laboral liberal y una resistencia obrera reducida. Pero eso nos lleva a medidas autoritarias, como estamos viendo en la actualidad. Es eso lo que está en juego en el mundo laboral, no es sólo una cuestión de más o menos derechos laborales.