El siguiente artículo de Jon Las Heras (ICEA), presenta el desarrollo de la economía Yugoslava, entre los años 1945 y 1991. En el análisis se expondrán los problemas económicos más importantes que hicieron que el proyecto degenerara progresivamente, llevándolo a una crisis económica, política y social.
La economía de posguerra y las primeras reformas.
Tras acabar la Segunda Guerra Mundial, la República Federal Socialista de Yugoslavia implantó el mismo diseño de planes quinquenales que Stalin había desarrollado para industrializar la Unión Soviética dos décadas atrás. El primer plan se desarrolló entre los años 1947 y 1951, que tenía como objetivo estructurar el sistema de producción en una solida base industrial de bienes de capital y consumo, mayormente acero, maquinaria industrial, recursos energéticos que facilitarán una mayor capacidad de consumo y un sector agrícola que permitiera el abastecimiento de una demografía, primordialmente urbanita, creciente.
Los datos hacia 1951 eran muy satisfactorios, ya que la riqueza del país se había duplicado respecto a la de 1939 y la industria pesada empezaba a aparecerse a aquella de la URRS y de los países occidentales europeos. Pero Yugoslavia no siguió el mismo camino que la Unión Soviética debido a los encontronazos entre los dirigentes políticos de ambos países que sucedieron en 1948. Tito no quiso reconocer a la URSS como ente supremo del comunismo, reafirmando la fortaleza y soberanía de Yugoslavia, y recordando que los partisanos expulsaron a la Alemania nazi prácticamente sin ayuda. Esta tendencia soberanista yugoslava, hizo que la URSS la apartara del núcleo de países aliados socialistas.
Este encontronazo marcó fuertemente al partido comunista, la Liga de Comunistas de Yugoslavia (LCY), que entendió la estructura de la sociedad de forma muy diferente a lo que venía siendo un país burocrático comunista. A partir de aquí, Yugoslavia tendría que buscar otros países que estuvieran fuera del pacto de Varsovia para poder establecer relaciones comerciales.
En el Sexto Congreso de la LCY (1952) el responsable de economía, Boris Kidric, estableció el criterio de rentabilidad como el primordial indicador que rigiera la asignación de recursos económicos. Los consejos de trabajadores se situaron como pilar central para la toma de decisiones, ya que sabían de primera mano como gestionar las empresas, dejando de lado al partido, que por naturaleza, siempre tendía hacia una burocracia centralista e ineficiente, tomando decisiones arbitrarias. Pese al repudio que se expresó hacia las organizaciones fuertemente centralizadas y jerárquicas, no fue hasta una década más tarde cuando los consejos de trabajadores empezaron a adquirir autonomía en la toma de decisiones.
Los impuestos sobre los beneficios netos de cada empresa fueron del 88% hasta 1958, que bajaron al 70%, y hacia 1962 fueron progresivamente reducidos hasta el 40%. Los precios domésticos estaban establecidos por el gobierno central, y la estrategia de comercio internacional protegía la industria nacional mediante fuertes aranceles y subsidios a los sectores que exportaban productos que requerían altas inversiones de capital. Es decir, que en los primeros años en los que Yugoslavia se abrió al comercio con los países europeos, estableció fuertes políticas proteccionistas para no verse invadida por productos industriales más baratos1. Durante la década de los 50, el Producto Interior Bruto (PIB) creció de media un 6.3% y la riqueza neta media de los trabajadores creció en un 3% anualmente.
Pese al crecimiento continuo del que Yugoslavia venía disfrutando, el déficit comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones) rondaba el 3% anual, llegando a los 260 millones de dólares a principios de los 60. Los dirigentes del partido achacaron este problema a la baja productividad de algunos de los sectores más importantes del país. Por ello, la tendencia que había adquirido la economía Yugoslava, en la que había ciertas personalidades que decidían las políticas económicas más importantes del país con un sesgo puramente ideológico y arbitrario, debía ser abandonada por criterios “más objetivos”. Criterios como aquellos que dictaminada el mercado. Así, la horizontalización de la economía, en la cual se pretendía dar más poder de decisión a los consejos obreros, permitiéndoles una mayor gestión de sus propios recursos2, tenía que ir acompañada de una liberalización de los mercados ante los precios internacionales. O por lo menos, fue así como lo entendieron los dirigentes de la LCY.
La segunda ola de reformas: 1965-1974
Quiero citar a uno de los arquitectos de la segunda ola de reformas, el vice-presidente Kardelj, para que podamos entender mejor la esencia de las políticas aplicadas:
“el objetivo fundamental de la presente reforma es acelerar la intensidad de la actividad económica, tarea casi imposible de realizar dentro del restringido mercado Yugoslavo. […] Hemos llegado a un estadio de desarrollo en el cual un mayor avance de la economía requiere la expansión del mercado como uno de los reguladores fundamentales de los procesos económicos.”3
Para poder ser competitivos respecto a los países de la OCDE, los dirigentes del partido recurrieron al concepto de ventaja comparativa4. Pero como Yugoslavia era más productiva en actividades que requerían más mano de obra que capital, los políticos yugoslavos cambiaron el concepto a “ventaja comparativa potencial”. Es decir, que como querían que Yugoslavia tuviera altas tasas de acumulación de capital porque no consideraban que la agricultura fuera a proporcionales mayores grados de riqueza, decidieron ser competitivos no según las reglas del mercado, sino según sus propias políticas de inversión. Esta formulación, obviamente, va en contra de los principios de los cuales Kardelj hablaba. Pese a ello, también se dieron los primeros pasos hacia la desregularización del sistema bancario para recortar la creciente dependencia de las inversiones del capital internacional y del Banco Central Yugoslavo.
En un año de mayor apertura al comercio internacional (entre 1965 y 1966), el déficit comercial aumentó de 353 a 455 millones de dólares. Algunos sectores exportadores (como fábricas de acero y otras que producían tractores), a los cuales se les había reducido las subvenciones por las nuevas políticas económicas, demandaron otra vez las mismas subvenciones debido a la importante reducción de precios que se experimentó. Algunos sectores, como el agrícola, de carácter más nacional se vieron invadidos completamente por la producción extranjera, debilitando aquellas regiones (las más pobres) que estaban especializadas en la producción de alimentos, como Kosovo, Macedonia o Montenegro. Entre 1967 y 1972 las exportaciones crecieron un 4.9% mientras que las importaciones lo hicieron en un 12.2%, y el déficit comercial experimento un crecimiento peligroso, llegando a los 1194 millones de dólares en 1970.
Las visión optimista de los tecnócratas que entendían la regulación de los mercados mediante un sistema de precios internacional como la mejor solución a los problemas de baja productividad, se vio completamente puesta en entredicho. Mientras que un tercio de la economía permanecía en riesgo de bancarrota, la competitividad de las industrias líderes se había visto reducida, y como colmo de todo, la diferencia en la riqueza entre regiones aumentó. El paro creció entre un 7-8% y muchas personas se vieron obligadas a migrar a países del oeste de Europa a principios de la década de los 705.
La tercera ola de reformas y el deterioro imparable de la economía: 1975-1988
Debido a los importantes obstáculos a los que la economía yugoslava se enfrentaba, y a la importante reducción del bienestar social, la LCY redirigió su política otra vez a una posición más conservadora ante los mercados internacionales. También se reestructuraron las bases en las cuales se sustentaba la organización de los trabajadores. Los consejos obreros se dividieron en grupos de decisión que ya no sólo representaban a la fábrica, sino a los grupos de trabajo más pequeños dentro de la misma (conocidos como los BOAL: Basic Organisations of Associated Labour).
Así, desde los átomos más pequeños de la sociedad hasta la cúpula del partido, se pretendía formar un sistema de toma decisiones en el que cada grupo aportara sus conocimientos, y donde los estamentos “democráticamente” elegidos más altos (como la Asamblea Federal), mediante la agregación de todos los datos que las asambleas de trabajadores les habían proporcionado, tomarían las decisiones óptimas que proporcionaran el mayor crecimiento y bienestar para toda la comunidad. De esta forma se pretendía consensuar la toma de decisiones en un nuevo “contrato social”. Un dato que corrobora este hecho es que en 1977 uno de cada 5 trabajadores pertenecía algún grupo inmiscuido en la toma de decisiones.
Los aranceles se incrementaron y las subvenciones a los sectores que exportaban aumentaron. El Producto Interior Neto (PIN) tuvo un crecimiento del 6.3% entre 1974-1979 y la productividad por trabajador aumentó en 1.7%.
No obstante, la productividad del capital (es decir, las maquinas necesarias para producir un bien) experimento una tasa decreciente. Es decir, que más máquinas eran usadas para producir el mismo número de bienes que años anteriores. En la década de los años 70, las diferencias políticas entre las regiones habían aumentado. Eslovenia y Croacia eran sometidas involuntariamente a impuestos que luego eran redistribuidos a las comunidades más pobres como fondos de inversión. Las comunidades que recibían la ayuda no tenían que rendir cuentas ante ninguna autoridad central ni a las fuerzas del mercado, por lo que usaban las inversiones en proyectos especialmente llamativos y avanzados para demostrar su buena disposición por el crecimiento ante los ciudadanos, y poder así salir reelegidos en las siguientes elecciones.
De esta forma, se llegaron a dar muchos casos en los que se habían erigido fábricas capacitadas para producir el doble de lo necesario, puertos y sistemas de transportes redoblados que lo único que hacían era dificultar la comunicación entre regiones. Esto se transformó en mercados regionales muy divididos, de forma que los estados del norte no tenían ningún tipo de relación de intercambio, por muy fructífera que pudiera ser, con los estados del sur. Todo esto, más la tozudez de algunos políticos por mantener industrias altamente improductivas6 llevó a un deterioro pronunciado de la capacidad de uso de los recursos disponibles. Como dice Palairet, “hacia 1979 Yugoslavia ya estaba en bancarrota.”7
Uno de los problemas que se le achacó a Yugoslavia era que mientras permitía un sistema (más o menos) libre de precios para el mercado de bienes y servicios, los precios para los factores de producción (salarios y capital) eran rígidos. Salarios que los consejos de trabajadores nunca permitieron reducir, y precios del capital, que siempre estaban fijados por el estado y su arbitrariedad a la hora de subvencionar o invertir en fábricas o sectores no necesariamente productivos. Esta crítica, mayoritariamente por parte de aquellos que están a favor del libre mercado, pretende recalcar que ningún órgano ni institución deberían regir la economía pues es imposible saber cuales son las cantidades óptimas que hay que asignar a cada producto, trabajador, fábrica, etc. mientras que el mercado, a través de su mano invisible, si es capaz de hacerlo.
Las políticas desarrolladas en los 80 no fueron más que intentos desesperados de recuperar la economía a los niveles de los años 60. El gobierno cayó en el error de pretender resucitar la economía mediante una política monetaria expansionista, es decir, imprimiendo más dinero para que los bancos pudieran conceder fácilmente créditos a empresas y a consumidores para que la producción y consumo total crecieran. Entre 1985-1986 el dinero disponible en el mercado fue aumentado en un 106%, forzando a que los precios de todos los bienes se duplicaran, si no triplicaran. Este error garrafal del estado se tradujo en una fuerte tendencia inflacionista que desestabilizó la economía sustancialmente.
FMI y colapso
En mayo de 1988, a petición del gobierno, el FMI entró en juego aplicando su conocida “terapia de choque”. Su objetivo era reestructurar la economía yugoslava disminuyendo la actividad del gobierno y liberalizando la economía. Para ello, se promovieron instituciones conformes a la economía de mercado, se liberalizaron los precios, se promovió la privatización de las empresas y la reducción del gasto público.
La gran inflación de los años 80
(cambio % anual en los precios de mercado)8
1980 | 27 |
1981 | 46 |
1982 | 29 |
1983 | 39 |
1984 | 57 |
1985 | 76 |
1986 | 88 |
1987 | 119 |
1988 | 199 |
1989 | 1356 |
Al contrario de lo que se podría haber esperado, la tendencia inflacionaria se reforzó debido a que todas las personas e instituciones tenían expectativas de una inflación perpetua, además, la capacidad interventora del estado para corregir los mercados se había reducido por la estrategia del FMI. Como se puede observar en la tabla, los bienes en 1989 eran 13 veces más caros que el año anterior, dando lugar al fenómeno de la hiperinflación.
Algunas políticas restrictivas con la oferta monetaria pudieron atajar el problema por abril de 1990, pero nada más haber resuelto este problema, el gobierno incrementó el sueldo de los funcionarios públicos para reactivar la economía, así como también el gasto militar, debido a las crecientes discrepancias entre regiones que podían requerir la presencia de las fuerzas del estado. El auge del nacionalismo aumentó las rupturas dentro del partido, economía y sociedad yugoslava, y cada vez más, los partidos nacionalistas esloveno, croata, serbio y kosovo-albanés tenían mayor seguimiento. Ni una política cohesionada, ni una organización económica conjunta eran realidad. Lo único a lo que cabía esperar era a ver qué estado proclamaría su independencia primero, o si el gobierno central aplicaría una represión tenaz para que la unidad nacional persistiera.
¿Qué podemos aprender de la experiencia yugoslava?
En sus 45 años de existencia, Yugoslavia intentó una empresa difícil de conseguir: un comunismo de estado basado en una toma de decisiones a manos de los consejos obreros y regido, a su vez, por los mercados internacionales como mecanismo de control de la productividad. Pese a la jerarquización en la toma de decisiones, donde un grupo de políticos (ayudados por el bureau de tecnócratas) decidía sobre qué era mejor para el país en cada momento; la sociedad Yugoslava se regía mediante mecanismos mucho más horizontales que otros estados comunistas.
Pero el intento de ser un estado industrializado socialista y competitivo la llevaron a enormes contradicciones que no permitieron establecer una política económica coherente. Cuando se dieron procesos de apertura al mercado internacional, las empresas nacionales se veían debilitadas por los bajos precios de las importaciones extranjeras, y no quedaba otra solución que subvencionar las empresas nacionales para que pudieran vender sus productos. Cuando la economía cerraba sus puertas y establecía cierta rigidez en los precios y en la distribución de los excedentes para reforzar las políticas comunistas e igualitarias, los consejos obreros y los políticos de las regiones más ricas pedían reducir la intervención gubernamental y dejar mayor margen a la objetividad de los mercados. Por lo que, si el país aplicaba una política, emergían fuerzas que reprochaban esa dirección, y viceversa.
Los gobernantes no hicieron más que dar tumbos y zig-zaguear para poder encontrar una política al gusto de todos. Estas constantes contradicciones debilitaron con los años la capacidad productiva del país, desmembrando la unidad y fortaleciendo las políticas soberanistas de aquellas regiones que perdían riqueza y poder por pertenecer a Yugoslavia. Cuando empezaron a usar las desastrosas políticas monetarias como instrumento para ensalzar la economía, todo estaba ya muy vendido.
Al contrario que Suecia, que pese a tener una considerable presencia del estado en la actividad económica sí permite la propiedad privada de los medios de producción, Yugoslavia no supo como gestionar sus recursos públicos. El intento de sopesar por igual la competitividad con la equidad mientras los bienes pertenecían al conjunto de la sociedad, llevaron al país a la bancarrota.
La crítica que realizo en este artículo al socialismo de mercado se puede apreciar extensamente en el libro de David McNally titulado Against the Market (Contra el Mercado). Mcnally, después de realizar un interesante análisis histórico de la economía política de principios del siglo XIX y de la labor de los socialistas utópicos que intentaron frenar la creciente degradación de la clase obrera, concluye afirmando que aquellas economías que centran la mayor parte de su producción con el fin de ser intercambiada a través de un mecanismo de precios basado en la competitividad, se enfrentarán a los problemas de una idiosincrasia capitalista: inflación, desempleo, desigualdad creciente, abuso de los recursos naturales etc. (todo ello presente también en la antigua Yugoslavia).
Pese a ello, de la experiencia de Yugoslavia se pueden aprender dos cosas: la primera, que es posible organizar relaciones de producción que requieren una tecnificación avanzada basadas en una toma de decisiones horizontal basada en los consejos de trabajadores, y dos, que es prácticamente imposible que estas relaciones de horizontalidad puedan subsistir en una economía de mercado con precios regidos por el capital internacional. O en otras palabras, estructurar la sociedad de forma horizontal es imposible si existen fuerzas exógenas que la amenacen constantemente, como la competitividad de los mercados internacionales o potencias imperialistas extranjeras.
Para terminar, quiero recalcar que allí donde el mercado pueda sustraer un beneficio económico neto, las empresas desarrollarán diferentes mecanismos para poder entrometerse. Así, sin una transformación radical en los países que constituyen el capitalismo internacional y que tienen un comportamiento claramente expansionista, aquellas regiones que quieran abstraerse y vivir de forma autárquica en contraposición al mercado, siempre estarán bajo la duda de que inversiones extranjeras quieran cruzar sus fronteras y amenazar la estabilidad de la región. Yugoslavia pretendió interactuar con los mercados internacionales estableciendo sus propias reglas al mercado, a la vez que no se libró del fetiche de creer que los mercados son la única forma de regir una sociedad de forma eficiente. Los países con los que compitió no se lo pusieron fácil y acabó, poco sorprendéntemente, por ser consumida en su propia incoherencia hasta que necesitó la ayuda de instituciones nada amigables como el FMI.
1 Hacia 1960 el 65% de las exportaciones y el 66% de las importaciones eran realizadas con paises de la OCDE. Este es un dato relevante, ya que nos permite entender que Yugoslavia tenía como objeto convertirse en un país industrializado y rico, semejante a Francia, Alemania o Italia.
2 Hasta ahora, los beneficios apropiados por los trabajadores no eran destinados a nuevas inversiones de capital, como el proceso de acumulación y crecimiento sugiere, si no al consumo de bienes y servicios. Esto ocurría porque los trabajadores estaban fueran del ámbito de decisión sobre en qué sectores y productos había que invertir, proceso que todavía era llevado por los organos centrales del pártido.
3 Citado en Flaherty (1982, pg 117), “Economic reform and foreign trade in Yugoslavia”, Cambridge Journal of Economics.
4 Que viene a ser uno de los pilares básicos de la teoría económica desarrollada por David Ricardo a principios del siglo XIX. El concepto sugiere que cada país tiene que especializarse en la producción de aquellos bienes o servicios en los cuales tiene un menor coste relativo de producción. Es decir, que si un país tiene en proporción (no en valores absolutos), más peras que manzanas, y un segundo tiene más manzanas que peras, el primero tendrá que especializars en la producción de peras y el segundo en la de manzanas.
5 Entre 1968 y 1972 el número de emigrantes se multiplicó por dos y medio, pasando de 400.000 a 1.000.000 de yugoslavos, cerca del 20% de la población activa.
6 Como “el hombre enfermo del Danubio”. Empresa de acero serbia que continuó su producción hasta el final del periodo comunista pese a las altas perdidas que generaba. Tenía empleados a más de 11.000 trabajadores.
7 Palairet (2001)“Metallurgical Kombinat Smederevo 1960-1990: Case Study in the Economic Decline of Yugoslavia”
8 Evan Kraft (1995) “Stabilising Inflation in Slovenia, Croatia and Macedonia” Europe-Asian Studies.
9 Pese a sus intentos por acabar con la creciente desigualdad, McNally, critica duramente a los socialistas utópicos por creer que la problemática del capitalismo no se encuentra en el mercado y el sistema de precios, sino en la concentración de poder de los empresarios que conlleva una manipulación de los “precios naturales”. Esta perspectiva esta claramente fundanda sobre la lógica Marxista. Estas críticas ya fueron ampliamente realizadas por Marx, como aquella dirigida primordialmente a J.P. Proudhon en “La Pobreza de la Filosofía”.