De Gamonal a Barcelona

 

 Justo hace una semana. La revuelta se extendió por Barcelona como consecuencia del desalojo y posterior derribo del Centro Social Autogestionado Can Vies. Un error de cálculo por parte de las administración local, que ha significado una semana de solidaridad con el proyecto, y que ha puesto contra las cuerdas al consistorio de CiU.

 

 El pasado sábado como pudimos ver,  la manifestación que recorrió las calles de Barcelona fue multitudinaria, miles de personas inundaron las calles para expresar la rabia ante la política autoritaria de hechos consumados que practica el Ayuntamiento de Barcelona.

 

 

Como señalamos más arriba el no ver la inserción que dicho Centro Social tenía en el Barrio de Sants como parte del tejido asociativo de la ciudad, acosado por constantes cirugías urbanísticas, y con una antigüedad de 17 años, es obcecarse con un modelo de ciudad entendida como una empresa, sólo apta para inversores.

 

La lógica tradicional en la que se ha movido el ayuntamiento varía según la tipologia de los casos. En unos es el Ayuntamiento el que cede la gestión de los centros sociales y cívicos a empresas que organizan actividades y cobran un tanto por su trabajo. Otra vía, esta más hecha a empujones y retrocesos y sin mucho entusiasmo por parte del ayuntamiento (no solo el de ahora, también de antes), ha sido la llamada gestión ciudadana, que implica que son las propias entidades las que gestionan los espacios, contratan a gente e impulsan acciones, contando con subvenciones del Ayuntamiento que cubren una parte de los gastos.

 

Can Vies pertenece a un espacio autogestionado, donde el Ayuntamiento no condiciona las actividades, y donde son los propios ocupantes los que deciden cómo se organizan. Ahí es donde el ayuntamiento pierde el control del mando y del discurso. Y eso molesta.

 

Encorsetados en el discurso de la violencia, se olvida por momentos que la violencia implica un acto de comunicación (desagradable), pero no es gratuíta, sinó que es subsidiaria de una violencia sistemática estructural todavía más inmensa. Centrarse en la violencia que se adoctrina a través de las fantasías mediáticas de eso que se llama “antisistema”, es una paranoia prefabricada, con el fin de exorcizar la reflexión crítica, con un discurso puramente autista.

 

En este sentido Can Vies como espacio público no responde al ideal político del capitalismo de ciudad, ilusamente compuesta por ciudadanos de clase media libres e iguales en derechos, con una potente capacidad de consumo dentro de un territorio hiperregulado y fiscalizado. Es todo lo contrario.

 

La reformulación de la administración pública, puesta en marcha a partir de la concertación público-privada, que lleva a la práctica unas nuevas formas de gestión pública, y que dan pie a una intervención directa del capital en el proceso mismo de definición de las políticas urbanas expropiando espacios públicos, se ha venido incrementando conforme la economía se ha ido terciarizando a partir de la decada de los 90, vendiendo las ciudades como una marca, como base del beneficio privado. Y es ahí donde no encaja Can Vies.

 

En el altar del sacrificio de la historia moderna de Barcelona, producto del cambio de una ciudad industrial a una ciudad de servicios, están todos aquellos trabajadores/as victimas de la gentrificación, la “rehabilitación” de los barrios (expulsión), el mercado inmobiliario, los alquileres caros, los precios por las nubes, los trabajos mal pagados, y los impuestos abrasantes, que hasta hace poco fueron escupidos por la Barcelona industrial.

 

 

Ya no hace falta alojar a los pobres para explotarlos en las fábricas, lo que realmente hace falta es atraer a flamantes inversores, a una ciudad que se presenta como una multiciudad; la ciudad de las ferias, de los congresos, del conocimiento i+d, de las grandes superfícies, con una logística muy potente alrededor del puerto y del aeropuerto, y  con un gran reclamo turístico.

 

Por ICEA Barcelona