Ponemos en conocimiento de nuestros/as lectores/as, un artículo de Beltrán Roca publicado en la revista Anarchist Studies Vol.14 nº2, que hace referencia a las amenazas, fortalezas y oportunidades del anarquismo y de la CNT en el mundo del trabajo. El artículo está en inglés disponible aquí y a continuación reproducimos la traducción de una parte del mismo.
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Las “amenazas” hacen referencia a las cualidades del contexto que pueden hacer que CNT entre en crisis. Uno de los grandes obstáculos para la actividad sindical en general ha sido la pérdida de prestigio del trabajo como un factor para la formación de la entidad. La creciente complejidad social, y una fragmentación consecuente, con la división de la vida en compartimentos separados, han resultado en el declive de las “culturas del trabajo” como un elemento clave en la identidad personal. Así como formaciones de identidad más antiguas –género, etnicidad, trabajo (y clase)- hoy hay multitud de otras estructuras: estilos de vida, religiones, sexualidades, cultos juveniles, incluso equipos de fútbol.
Otra amenaza para los sindicatos es la tendencia hacia negociaciones individuales de los contratos de trabajo: ciertamente esto es lo que muchos directivos quieren. La desregulación y –sobre todo- el énfasis en la flexibilidad han creado condiciones que establecen negociaciones directas entre el obrero individual y la dirección. Los efectos a corto plazo de esto no se pueden predecir. Sin embargo, sólo puede crear mayores divisiones entre trabajadores de diferentes sectores –entre aquellos elegidos por personal y aquellos de una empresa auxiliar, entre aquellos con contratos temporales y aquellos que son fijos. La unidad de la fuerza de trabajo era antes una fuerza fundamental para los sindicatos: hoy, esa unidad está seriamente amenazada.
La creciente importancia del capital financiero sobre el capital productivo es también problemática. Los economistas estiman que más de la mitad de los fondos a nivel mundial están situados en las estructuras del capitalismo financiero: desde inversiones que no son directamente una parte del proceso de producción. La gran arma del movimiento obrero solía ser la huelga: su negativa a participar en la producción. Como la economía global es menos dependiente de la producción de bienes y servicios, se deduce que la capacidad del movimiento obrero para influir en la dirección de la economía es, en correspondencia, más limitado que nunca.
Por último, una amenaza que debe ser considerada es la represión. La investigación histórica enseña que un clima legal favorable anima la afiliación sindical y la acción huelguística. Las leyes hostiles desaniman las actividades sindicales. Tales puntos aportan alguna explicación para el declive de los sindicatos: por ejemplo, de 1991 a 1998 el número de huelgas cayó de 1552 a 618. El número de obreros movilizados por estas huelgas cayó de 3,8 millones a 1,9 millones. En los ’90 el contexto legal se convirtió en más hostil, a medida que las reformas laborales fueron implementadas y que los contratos temporales fueron siendo más comunes.
A pesar de estos muchos obstáculos a los que se enfrentan todos los sindicatos, no todo es negativo. La CNT posee una cantidad de fuerzas y oportunidades que, si actuara en ellas, podrían beneficiar en gran medida a la organización. La gran fuerza de la CNT es su autonomía frente a las instituciones gubernamentales. No necesita financiación pública: ésta es una excelente garantía de su independencia, y la hace mucho menos vulnerable a los cambios en el contexto más amplio. Las otras organizaciones, cuyos líderes están pagados por las empresas y cuyas enormes estructuras están subsidiadas por fondos públicos, sólo presentan una forma de independencia altamente cuestionable. A menudo toman decisiones según los intereses de sus dueños más que según los intereses de los trabajadores. Muchos obreros han perdido confianza en los sindicatos por esta razón: las masivas tasas de abstención en las elecciones sindicales son el signo más obvio de este descontento. Por otro lado, debe reconocerse que la autonomía de la CNT también conlleva algunos inconvenientes fundamentales, principalmente la falta de recursos. Su única fuente de ingresos son las cotizaciones de sus miembros: como éstos son pocos en cantidad, la CNT carece de fondos. Organizar un sindicato y mantenerlo en funcionamiento cuesta dinero: debe haber locales, equipamiento de oficina, ordenadores, teléfonos, conexiones de internet, material de limpieza, abogados, propaganda, etc. Las cotizaciones no son suficientes para cubrir estos gastos. Muchos métodos se utilizan para conseguir más dinero: el material se coge del trabajo, se hacen llamamientos para donaciones, conciertos y otros eventos, se vende merchandising (mecheros, chapas, calendarios, agendas, etc.), sindicatos concretos o federaciones obtienen sus cuotas, etc. Obviamente, los esfuerzos de los miembros para conseguir fondos son dignos de aplauso pero, si han sido exitosos en parte, no han solucionado el problema. Hay muchos sindicatos de CNT sin locales, sin conexiones a internet, sin número de teléfono. Muchos apenas son capaces de llevar a cabo la mayoría de tareas básicas de propaganda y coordinación: es simplemente imposible esperar que formen parte de un activismo sindical significativo.
La segunda fuerza de CNT es la flexibilidad de su cultura política, que puede adaptarse a diferentes contextos. El modelo de una sociedad libertaria no es fijo ni eterno. Mientras algunos se aferran a los planes de Isaac Puente de principios del siglo XX, cada grupo social puede redefinir una sociedad libertaria de acuerdo con sus aspiraciones particulares y características culturales. La adaptabilidad debería ser la base para la difusión internacional de la cultura anrquista. Por otro lado, si –como algunos argumentan- el anarquismo es un proyecto sociopolítico rígido, arraigado en el pensamiento occidental judeocristiano, está condenado al fracaso.
Otra gran fuerza son las estructuras ultrademocráticas de CNT. Los nuevos movimientos sociales han rechazado las jerarquías verticales de las organizaciones marxistas, y han adoptado estructuras participativas que a menudo consideran como “nuevas”. Quizá son nuevas para activistas provenientes de grupos políticos y religiosos férreamente estructurados, pero la CNT ha trabajado con estas estructuras durante años. Mientras que mucha gente quiere más participación en sus sociedades, los sindicatos oficiales se dedican a concentraciones de poder cada vez mayores. Si la estructura participativa de CNT fuera presentada de una manera apropiada –una manera atractiva y no agresiva- podría ser vista como una alternativa atractiva frente a los sindicatos dominantes. No obstante, debemos darnos cuenta de que una estructura que parece democrática no es necesariamente una estructura que funcione de forma democrática. Lamento decir que en la CNT las decisiones se toman frecuentemente sobre la base de la influencia personal o por diminutas camarillas en posiciones estratégicas de poder. Por el momento, déjenme simplemente apuntar que las estructuras formales de la CNT apoyan la participación de todos sus miembros.
La fuerza final es el alto grado de compromiso de la base de la CNT. En comparación con otras organizaciones, la gran proporción de activistas entre los miembros de la CNT es sorprendente. Puede explicarse por las estructuras participativas y la cultura política de la organización, que animan el activismo, enseñando a los miembros que todos ellos son importantes para la organización, que la CNT les necesita, y que su proyecto colectivo es imposible sin su cooperación. Sus encuentros y asambleas funcionan todos como más o menos explícitos llamamientos a los miembros para su compromiso. La pasión de los miembros y su dedicación son la principal razón por la que CNT, con todas sus debilidades, sobrevive como organización.
Las “oportunidades” son aquellos elementos en el contexto que la CNT puede utilizar para solucionar su crisis. En este sentido, los cambios actuales en el proceso de trabajo constituyen una oportunidad. Aquí, no estoy afirmando que las peores condiciones de trabajo, traídas por el neoliberalismo, harán más probable que los trabajadores se rebelen. Esto está lejos de ser cierto. En lugar de ello, me gustaría centrarme en la tendencia de las empresas para externalizar, o subcontratar, actividades. Tareas que antes serían llevadas a cabo dentro de una empresa con una vasta fuerza de trabajo son realizadas ahora por una multitud de negocios alrededor de una empresa central. En teoría, éste es un factor que divide a los trabajadores, dejándoles menos protegidos al enfrentarse a sus patrones. Sin embargo, aquí hay una oportunidad para la CNT. En España, las grandes empresas fordistas, con miles de empleados, tienen comités de representación sindical. Con unas pocas excepciones, las secciones de CNT no pueden competir con los otros sindicatos que por lo tanto se hacen con la representación de los trabajadores. Pero, para bien o para mal, estas empresas están en rápido declive. La mayor parte de los trabajadores con un contrato fijo, que constituyen un tipo de “aristocracia del trabajo”, están siendo prejubilados. La estructura de las grandes empresas está cambiando radicalmente: la antigua empresa está siendo reducida a un núcleo central en el que el residuo de la aristocracia obrera trabaja, mientras que una red de pequeñas subcontratas se desarrolla a su alrededor, llevando a cabo tareas específicas y servicios auxiliares. Éste es el tipo de estructura que Manuel Castells ha identificado como la “empresa en red”. Estas pequeñas subempresas, contratadas y subcontratadas, han crecido como champiñones con una velocidad impresionante. Normalmente emplean gente joven, que trabaja en puestos inseguros: sin protección, con contratos temporales, por sueldos extremadamente bajos, a tiempo parcial, etc. Sufren una alta tasa de accidentes, y a menudo son intimidados y acosados. Estamos viendo la creación de un nuevo sector dentro de la clase obrera: los inseguros. Es un sector altamente disperso, repartido por amplias áreas. Los continuos cambios en las pautas de trabajo, ya sea moviéndose de una empresa a otra o de un puesto a otro, significan que tales trabajadores nunca consiguen compartir una identidad común. Un informe de UGT señaló que España tiene una de las más altas proporciones de trabajo temporal en Europa: cerca de un tercio de la fuerza de trabajo es trabajo a tiempo parcial, especialmente entre los jóvenes, los inmigrantes y las mujeres. Los líderes políticos y empresariales dicen que esta transformación se debe al alto coste de las pensiones. Pero de todos los países de la Unión Europea, España tiene los niveles de pensiones más bajos y aun así tiene altos niveles de trabajo a tiempo parcial.
El desafío real para la CNT es responder a las necesidades de este sector: aprender cómo conectar con los miedos, deseos y frustraciones de estos trabajadores, e integrar sus intereses con aquellos de otros sectores de la clase obrera. La oportunidad aquí para la CNT no es que esa gente sea “infeliz”, sino que los sindicatos oficiales son menos activos en tales centros de trabajo. Como CC OO ha reconocido, la dispersión de las negociaciones en el centro de trabajo, conectada a la tendencia neoliberal de individualizar los contratos, ha creado un vacío en representación sindical. En primer lugar, estas pequeñas subempresas son normalmente ignoradas por los sindicatos grandes. Además, la mayoría de sus trabajadores no están sindicados. Y, por el contrario, están a menudo muy preocupados por la falta de respeto a sus derechos y por las condiciones de su centro de trabajo. En estas pequeñas compañías, la comunicación entre los asalariados y los sindicatos es muy simple: una rama sindical puede establecerse con sólo un grupo de trabajadores, y puede insistir rápidamente en que ninguna negociación progresa sin su participación. El modelo de activismo sindical de CNT, que en general ha fallado en las grandes empresas, podría funcionar extremadamente bien entre esta fuerza de trabajo subcontratada.
El desarrollo y extensión de las nuevas tecnologías abre oportunidades para la CNT. Estos métodos podrían hacer la comunicación, coordinación y la toma de decisiones mucho más fácil para la CNT, que emplea tanto tiempo y esfuerzo en tales asuntos ahora. La organización ha hecho algunos avances en esta área, pero hay todavía un largo camino por delante. Las nuevas tecnologías deberían hacer las tareas mucho más fáciles, podrían ayudar a la educación de los militantes –aunque hay cierto riesgo de que pudieran propiciar también la formación de una élite instruida que se beneficiara de un cierto grado de poder. Hay que decir que la CNT es todavía muy débil en organizar la educación y comunicar el conocimiento: el entrenamiento está limitado al adoctrinamiento ideológico, ignorando todos los asuntos especialistas y científicos, tales como procedimientos legales, tecnología de la información, procedimientos de negociación colectiva, actividades sindicales, contabilidad, etc.
Una tercera oportunidad para la CNT es la “fatiga de la democracia” y el “síndrome de la participación”. Al menos en términos de debate público, mucha gente está pidiendo una forma de democracia más completa. En la mayoría de los casos, tales peticiones no se presentan como parte de un programa de ruptura con la democracia representativa, pero como un medio para complementarla. Tales movimientos no cuestionan los mecanismos de la hegemonía social, pero han llevado al denominado “síndrome participativo”, en el cual ideas como “proyectos participativos”, “investigación participativa” y “cooperación en desarrollo participativo” circulan. Ahora es el momento adecuado para explotar este viejo asunto de la cultura política de CNT, y para proponer un “sindicalismo participativo” en respuesta a las jerarquías verticales de los sindicatos oficiales.
Por último, el crecimiento del pensamiento crítico y de los nuevos movimientos sociales, vinculado al factor anterior, es una gran fuerza para la CNT. La profundización de la desigualdad norte-sur, las invasiones estadounidenses y la amenaza ecológica mundial han provocado el surgimiento de nuevas formas de pensamiento crítico y movimientos ciudadanos globales. La CNT debe contactar con todas estas iniciativas, construyendo un flujo real de intercambios: debe comunicar sus valores y sus experiencias de democracia participativa, acción directa, autogestión y demás; debe aprender nuevos valores y sensibilidades de los otros movimientos.
Algunos han argumentado que la marca distintiva singular de la era moderna es el desarrollo de redes dispersas y fragmentadas. En la CNT, la acción social aparece como una actividad marginal, raramente discutida. Así, por ejemplo, no hay secretaría de acción social en Sevilla. Pero está claro que ningún proyecto sociopolítico contemporáneo puede ser efectivo hoy sin construir alianzas y vínculos temporales y fluidos, que requieren diálogo y revisión incesante. El movimiento feminista fue el primero en reconocer este punto. Gracias a los movimientos feministas, ecologistas, de minorías sexuales, de globalización y a los académicos radicales, podemos visionar y resistir las estructuras de poder de forma más efectiva.