Algo más sobre reformas fiscales

 

 

Mucho se ha hablado y escrito en los últimos meses de fiscalidad. El primer motivo de ESTA prodigalidad fue la propuesta de reforma tributaria que la comisión de expertos, encabezada por Manuel Lagares, presentó en sociedad a finales de mes de marzo. El segundo motivo ha sido la reforma aprobada hace pocas semanas por el gobierno. Una reforma que se caracteriza por olvidar muchas de las recomendaciones de los expertos sin otro fin que el electoralista, como consecuencia del varapalo de las elecciones al Parlamento Europeo en el mes de mayo.

 

Una reforma, que es ese sentido olvida, recomendaciones como la de subir el IVA y su reordenación, la presunción de renta en IRPF para la vivienda habitual, supresión del impuesto de patrimonio, aumento de impuesto especiales... Una reforma que, como la propuesta del mes de marzo y las recomendaciones que vienen de todos los organismos internacionales (léase Troika), implica un aumento de la regresividad del sistema impositivo (al primar impuestos no personales como el IVA frente a los personales como el IRPF y la disminución de los tipos marginales en el IRPF), que promueve la financiarización de la economía (reducción de la tributación del ahorro, fomentando la economía financiera y especulativa frente a la economía real, verdadera creadora de riqueza)...

Una reforma que no dice nada sobre las SICAVS, que sigue premiando a quien tiene planes de pensiones privados, que permite que las grandes empresas mantengan tipos efectivos menores que las PYMES... Una reforma, en definitiva, que no cumple ninguno de los fines por los cuales se debe realizar una reforma impositiva, es decir, aumento de la equidad, mejora de eficiencia, neutralidad impositiva y mayor lucha contra el fraude entre otros.
Desde mi punto de vista, el sistema tributario basado en Impuestos sobre la Renta ha tocado techo, sean estos analíticos o sintéticos; proporcionales o progresivos; lineales, duales o con tarifa. Cualquier reforma que se realice en cualquier país irá en la dirección de la recientemente aprobada reforma en España, es decir, yendo cada vez más a un sistema impositivo que no tendrá en cuenta la capacidad real de pago de los contribuyentes.

Para solventar este pequeño dilema se tienen que buscar, sin ser demasiado "radical", figuras tributarias que, manteniendo el nivel de recaudación, incidan y aumenten las cualidades de los principios tributarios de equidad y de eficiencia. Y, si además, se consigue un menor fraude, ante la menor posibilidad de elusión fiscal y una mejor redistribución de los recursos (gran fin de todo sistema tributario), bienvenido sea.

Una de las posibilidad de reforma en este sentido se nos presenta ante una propuesta de implementación de un Impuesto sobre el Gasto como verdadera alternativa fiscal progresiva, eficiente y redistribuidora de la riqueza.

Sin entrar en un gran detalle de información técnica, que se escapan a la extensión de este artículo y dando sólo unas pequeñas pinceladas... ¿Cómo se configuraría un impuesto de este tipo?

·         El impuesto sobre el gasto pretende gravar la capacidad de pago, tanto de personas físicas como jurídicas, por lo que la base imponible del impuesto consideraría todos los ingresos del individuo para no subestimar esa capacidad de pago. Se determinarían una serie de gastos exentos o deducibles (educación, médicos, ciertas pensiones...) que no formarían parte de las base imponible.


·         La unidad contribuyente sería el individuo, para evitar efectos desincentivadores sobre el trabajo en el segundo perceptor de rentas de la unidad familiar ante altos tipos marginales. Junto con el individuo tributarían menores no emancipados y mayores dependientes.


·         La tarifa sería progresiva y aplicable al gasto neto per capita.


·         Creación de un impuesto sobre patrimonio que grave realmente la riqueza con un mínimo exento bajo y una tarifa progresiva.


·         Mejoría la administración del impuesto al reducir los problemas de valoración de rendimientos de capital y beneficios empresariales, reducía las tensiones inflacionistas y disminuiría la posibilidad de evasión y elusión fiscal.


·         La equidad aumentaría al considerar la capacidad de pago de todo el ciclo vital.


·         Los impuestos sobre la renta distorsionan la elección entre ahorro-consumo ya que los rendimientos del ahorro son gravados y aumentan el coste del consumo futuro. El impuesto sobre gasto evitaría esta distorsión, aumentando la eficiencia impositiva.


·         Sobre los efecto redistributivos cabría decir que nos sería necesario aplicar ajustes por inflación, ni implementar reglas especiales de valoración de las ganancias de capital.


·         Por último, también se darían los siguientes efectos macroeconómicos: sería un elemento de control de la demanda, aumentaría la recaudación, se tendría en cuenta la rentabilidad financiero fiscal de las inversiones.

Por lo tanto, la configuración de un sistema impositivo cuya figura principal fuera un Impuesto sobre el Gasto cumpliría en mayor grado la conocida frase que nos enseñan en las clase de tributación en la facultad y que cada vez se cumple menos: "De cada unos según su capacidad, a cada uno según su neces
idad"

Publicado por Icea en Diagonal Periodico